El método y orientación que sigo es el psicoanálisis, esto se podría resumir de forma sencilla en qué creo en la importancia y peso de las palabras, cómo las entendemos, y como nos marcan. Digamos que el material de trabajo con el que contamos son las palabras sobre lo que nos sucede, el discurso, y como tal lo tomamos para desentrañar los malestares que denomina.

Hay un saber no sabido en aquello que hablamos, que normalmente queda camuflado, como a resguardo de la conciencia. Sin embargo, cuando uno habla, siguiendo la indicación de asociar libremente los pensamientos que vayan apareciendo, puede sorprenderse de lo dicho, porque siempre se dice algo más o algo menos de lo que se quiere decir. Es en ese punto donde el psicólogo psicoanalista puede señalar algunas partes de su discurso, y la posición que toma ante las mismas. “Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha” (Lacan)

En el hiato entre las determinaciones y la causa, ahí se encuentra el sujeto (E. Berenguer)

Tal como Freud indicó:

“Una cosa todavía, antes que usted comience. En un aspecto su relato tiene que diferenciarse de una conversación ordinaria. Mientras que en esta usted procura mantener el hilo de la trama mientras expone, y rechaza todas las ocurrencias perturbadoras y pensamientos colaterales, a fin de no irse por las ramas, como suele decirse, aquí debe proceder de otro modo. Usted observará que en el curso de su relato le acudirán pensamientos diversos que preferiría rechazar con ciertas objeciones críticas. Tendrá la tentación de decir: esto o esto otro no viene al caso, o no tiene ninguna importancia, o es disparatado y por ende no hace falta decirlo. Nunca ceda usted a esa crítica; dígalo a pesar de ella, y aun justamente por haber registrado una repugnancia a hacerlo. Más adelante sabrá y comprenderá usted la razón de este precepto —el único, en verdad, a que debe obedecer-—. Diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente. Compórtese como lo haría, por ejemplo, un viajero sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino del pasillo cómo cambia el paisaje ante su vista. Por último, no olvide nunca que ha prometido absoluta sinceridad, y nunca omita algo so pretexto de que por alguna razón le resulta desagradable comunicarlo.” La iniciación del tratamiento – 1913